Esta mañana no podía fallar. Tenía que salir a correr temprano. Sonó el despertador a su hora. Y lo escuché. Eran las 5:30, momento de ponerse en pie. Pero debo confesar que el ruido de la lluvia sonaba más fuerte que el móvil: tenía pinta de ser le diluvio universal. Así que solo cerré a la ventana, me senté un minuto, y decidí volver a la cama. Cuando no se puede, no se puede, y más me vale evitar un gripazo o una mala caída. Cosa que ya me pasó el viernes, y por lo que estuve dos días sin practicar más deporte que el de andar. Me explico: ya volvía, ya llevaba siete kilómetros aproximadamente. Y en los Baños del Carmen -en esa zona que es entrada a un balneario- tropecé con una piedra y me pegué un auténtico guarrazo. Caí sobre las rodillas, y aunque me levanté y seguí corriendo a buen ritmo, llegué con las piernas de un Cristo al Seminario. ¡Como me dolía cuando ya se enfrió!
Seamos sinceros. No pocas veces nos caemos, y hay que admitir que esas caídas interrumpen nuestro ritmo, nuestra rutina, nuestra carrera. Alguna vez son contratiempos o graves fallos que nos exigen detenernos, reflexionar, pensar en qué ha pasado y por qué. Pedir ayuda a alguien que pueda sanarnos esa herida profunda de nuestro interior. Pero sobre todo y ante todo, no dejar de levantaron ni perder la esperanza. La esperanza es crucial.
Pero a veces esas caídas solo son pequeños errores, que no dejan cicatriz, y le damos mucha más importancia de la que merece. Y con esas caída nos detenemos, en vez de seguir adelante, sin miedo. Y nos hundimos, pensamos que eso será así siempre, que "yo soy así", "estoy yo solo ante esto" y "siempre tropiezo con la misma piedra": es entonces cuando nos ahogamos en nuestro egoísmo. No miramos hacia arriba ni pensamos en que es posible salir adelante. Solo nos autocontemplamos, sin pensar en cuantos hay que lo están pasando peor, en peores circunstancias, sin nada ni nadie que sea una mano amiga.
Con esas caídas, cuando podamos pensar en que hemos cometido un fallo que no es tal, o que no va a repercutir, hay que recordar las Palabras del Señor: "No tengáis miedo". Yo, el primero.
Por cierto, que ayer salí de mi plan de entrenamiento y corrí casi 19 kilómetros, a buen ritmo, jejeje. ¡Ya me queda menos para la marathon!
No hay comentarios:
Publicar un comentario