domingo, 3 de marzo de 2013

Mi noche en vela

Esta noche no es como una más. Es una noche que pasaré como si estuviera en vela. Pero nada parecido a la parábola de las diez vírgenes. Además, la finalidad de esta noche sin dormir no está relacionada con ningún motivo religioso, sino más bien médico. Pero no hay mal que por bien no venga, y desde la tarde antes ya estaba yo planeando como iba a distribuirme las posibles pero imposibles horas de sueño.

Para empezar, subo al Seminario a rezar las Completas en comunidad a esos de las 22:45. Sé que rezo como si me fuera a la cama, pero no lo haré. Cojo el coche de nuevo, y me desplazo a casa de mis padres, que allí seguro que podré combatir mejor el deseo de dormir. Son las 23:15.

Me preparo una cena rápida. Una pizza de campofrío, un par de coca colas, y de postre... ¡un par de cafés! Los ingredientes perfectos para hacer que la noche sea más entretenida. Me pongo a ver un poco la tele, y veo un par de series.

Son todavía las 2:30. Y sé que sigo viendo la tele mis ojos acabarán cerrándose. Es un buen momento para rezar un poco. Los 30 minutos se me pasan volando. Siguiente opción... leer una novela.

Son las 3:45 y sé que poco me estoy fijando en lo que leo, y la comodidad del asiento hace que como si escuchará una nana, desee enormemente cerrar los ojos. Pido a Dios fuerza para seguir siendo constante, y acompaño el libro con otro café.

Son las 4:30. Lo tengo bien planeado. Ahora lo que pega es correr cuarenta o cuarenta y cinco minutos.  Ropa deportiva, un poco de calentamiento y... ¡Allá voy!

Cojo Huelín. Está vacío gente, y las vistas son preciosas. El mar está totalmente revuelto, y las olas llegan hasta los límites de la playa. Incluso hay partes de la cera llenas de arena. Disfruto, y siento que aunque parezca que soy el único pringao corriendo a esas horas, no estoy solo. Dios viene conmigo. Y me regala con el poder contemplar eso. Respiro bien profundo, y me siento especialmente bien.

Sigo corriendo. Y en la lejanía veo a un hombre haciendo footing. A medida que me acerco, observo que es un hombre de avanzada (y mucho) edad, pero con una impresionante movilidad de brazos, y una constancia en el trote admirable. Se ve que ha sido un alguien al que le ha encantado correr siempre. Y no ha dejado de hacerlo pese a las dificultades. Un verdadero ejemplo para mi. ¿Por qué? Porque me hace pensar que cuando alguien quiere algo -lucha por algo- no importa los obstáculos que se encuentre. Y muy especialmente cuando se sabe que no lo está haciendo solo. Dios le está ayudando.

Llego hasta la urbanización Sacaba, y precisamente "sacaba" la iluminación de las farolas. Más me vale darme media vuelta ya. Llego a casa. Una buena ducha, oración, laudes y... ¡A misa de 7:15!  

miércoles, 6 de febrero de 2013

Mi "sigo corriendo"


Hace siglos que no publico nada. Muchos pensaréis "éste se ha salido del seminario"; o "éste ya no corre"; o "el seminarista se ha muerto". Si descartamos la tercera opción, nos quedan dos. Y que yo sepa: 1. Sigo en el seminario y 2. Sigo corriendo. Conclusión: no he tenido tiempo para el blog. Desde Navidades hasta ahora, han pasado muchas cosas: pastoral, gripe de dos semanas (que me ayudó a reducir el peso, todo hay que decirlo), temporada de exámenes, y un largo etcétera.

Pero -a excepción de esas casi dos semanas encamado- no he perdido el ritmo. Ccuatro o cinco veces a la semana, me lanzó con mis deportivas hacia los Baños del Carmen. Es más, en plan metrosexual o simplemente por hacer un poco más fuera de lo común, estoy recuperando el hacer ejercicios de musculación, plan bíceps, flexiones, abdominales, espalda, hombros, etc. El resultado no es visible, obviamente. Si no, ya habría salido en la portada de alguna revista de deportes. Imagino el titular "El seminarista que se pone cachas". No, no lo creo. No lo busco, por eso, sigo dándole más importancia al correr. Disfrutar de esa actividad cardiovascular que libera de las tensiones, y me hace sentir mejor conmigo mismo.

De hecho, ahora son pocos los días que corro sólo. Vladi corre conmigo. después de comer, tres días a la semana. Y ya otro compañero, me acompaña hasta la mitad del recorrido. Es más, ayer, cuando bajaba hacia el túnel que conecta con el parque, sorprendí a otros compañeros que habían salido diez minutos antes que yo y ya subían. ¡Se está poniendo de moda el deporte!

Sin ir más lejos, ir creciendo en algo, marcarte metas, superar retos, y saltar obstáculos te hace sentir mejor, pero no te hace sentir autosuficiente. Al menos a mi. Por eso, aunque muchas veces me gusta correr solo, otras veces prefiero ir acompañado, por esa otra persona que te hace sentir que no eres el único.

Además,  con humildad reconozco que siempre hay alguien que lo hace mejor. Puede ser con quien estoy corriendo, o quien me gustaría correr, o quien me gustaría ser. Esas metas me hacen sentir que lo que hago puede ser más. Que mi vida no acaba en la distancia que he hecho hoy, o el ritmo que rara vez supero. Puedo ser algo más.

Pues todo esto también me lo llevo a la vida espiritual. Hay momentos que la relación con el Señor es impresionante. La oración fecunda, y el verdadero sentido de lo que haces y el por qué lo haces, desbordan el alma de gracias, entra ellas, sentirse bien con uno mismo, porque sabes que el Señor está ahí.

Pero también hay momentos en que la oración se reduce a espacio de tiempo, en silencio, sin ganas, y en el que no se saca nada claro. Se siente uno estéril, e incluso empieza a recabar en sus defectos cuando intenta descubrir qué es lo que está pasando. En esos casos, también y siempre está el Señor allí. Aunque no lo vea. Por eso no debo ni hundirme ni creerme que puedo superar ese estado solo. Necesito de los consejos de mi acompañante espiritual; las palabras de ánimo de mis compañero que han pasado o están pasando por lo mismo; o un buen rato de cerveza con unos viejos amigos. 

Sanamente, esos momentos nos demuestran que la persona por sí misma no puede nada. Necesita de la ayuda de Dios. Y Él se manifiesta no sólo en los Sacramentos y en la Oración, sino también en las personas que nos rodean.

Bueno… ¡¡¡Me voy a comer rápido, que hoy también quiero correr!! Pero esta vez sólo, para disfrutarlo "a mi manera".