lunes, 30 de enero de 2012

Parábola del Tesoro Escondido


Ya he hecho hoy el penúltimo examen del semestre. Y la verdad, me ha salido bastante bien. Mejor de lo que esperaba. Y para celebrarlo, en cuanto he terminado, me he equipado con el iPhone, la cartuchera, la gorra y las gafas de sol y… ¡a correr!

Los dos últimos días también he corrido. Pero sin contabilizar ni distancia, ni velocidad, ni tiempo. Y, sinceramente, anoche fue una gozada. Estaba ya algo cansado de estudiar, y necesitaba tomar el aire. Me propuse correr aunque fuesen 30 minutos. Y empecé a correr ya por la cuesta de bajada. No hacía demasiado frío, la oscuridad ya envolvía todo el recorrido, y los únicos vestigios de luz procedía del exterior: unas preciosas vistas de toda Málaga. Un iluminación impresionante. Y saltó a mi mente la parábola del tesoro escondido. Muchas veces tenemos delante nuestra algo más bello que lo nunca pudiésemos imaginar. Y no nos damos cuenta. El Señor nos regala -no a diario, sino a cada instante- pequeños detalles, que nos hacen sentirle más cerca, y tener aun más motivos para agradecer lo que hace por nosotros.

Cuando he salido después del examen, no era lo mismo, obviamente. Ni había luces, aunque sí un clima bastante bueno. Pero mucha gente en la calle. Eso inevitable a las 12,30 de la mañana, tanto en pleno centro como en el Paseo Marítimo. Me llamó la atención una mujer bastante ancha que casi ocupaba toda la acera del interior del túnel. Llevaba un carrito de niño chico, lo que me hizo respetarla y guardar las distancias hasta que la acera se ensanchase. En el momento que logré adelantarle, no pude evitar la mirada al interior del carrito, y ver ahí al niño o niña correspondiente, para soltarle la típica sonrisa. Pero estaba vacío. Solté una carcajada en mi interior, y seguí corriendo.

Hice buen tiempo. Podía correr más, porque no estaba cansado. Pero no quería agotarme. El madrugón de hoy y la tarde de estudio que me espera ya son suficientes.

martes, 24 de enero de 2012

El día después


Hoy he tenido examen. Filosofía antigua ni más ni menos. Platón, Aristóteles, Plotino y el resto de peña greco-romana, africana y lo que caiga. He salido contento, la verdad. Me ha salido mejor de lo que esperaba. Y para celebrarlo -y como tenía planeado- he salido a correr. Unos siete kilómetros. No tenía tiempo para más, si quería estar aquí para la comida, claro. Además, ya ayer -para despejarme un poco del estudio- corrí diez kilómetros. Así también medio-celebraba mi 30 cumpleaños. Corriendo.

Voy a intentar volver a mi ritmo de correr todos los días. Aunque sean siete, cinco o tres kilómetros. Me sienta muy bien. No sólo para reducir la barriga-cervecera, sino también para el estado de ánimo, disfrutar del buen tiempo que Dios nos regala, y sentirle (a Él) presente en tan buen rato.

Cuando hoy empecé a correr hice un pequeño recorrido de como ayer aconteció mi cumpleaños. En la Misa de la mañana, pidieron por mi (mi compi Maikel). Al mediodía llevé al comedor un par de tartas de whisky (del Maskom, marca alteza... barato barato) para celebrarlo. Y por la tarde cuando ojeé mi facebook lo tenía lleno de felicitaciones de muchos viejos amigos. Algunos hace siglos que no los veo, pero no dudaron en acordarse de mi. Y también muchos nuevos. Fue muy buen día, en el que no paré, más que nada porque estaba estudiando todo el rato.

Ya llevo un par de kilómetros. Cuando pase el kilómetro 3, daré media vuelta. También recuerdo que recibí una felicitación en mi correo electrónico, de Loly -ella suele seguir mi blog-, una de las que viven en Colichet, el centro de Caritas donde ejerzo mi pastoral. Me hizo mucha ilusión. Ella, con su enfermedad, es muy serena y muy lista. Es una gran persona de la que aprendo mucho.

Kilómetro 3. Media vuelta. Esta tarde empezaré ya a estudiar latín. El viernes me examino de Latín I. Buf... otra vez repasar las declinaciones, y memorizar pronombres y verbos. Me consuela que en un par de semanas, terminamos los exámenes.

Ya voy llegando. Subo, y me ducho rápidamente. Cuando bajo al comedor, me entero por el vicerrector que un joven claretiano ha fallecido hoy. Yo no le conocía personalmente, pero uno de mis compañeros sí. Incluso hace un par de meses me enseñó un video en el que aparecía. Era muy joven, creo que 25 o 26 años. Y le habían diagnosticado cáncer en la glándula suprarrenal. En el video, el joven Ildefonso demostraba la paz con lo que estaba afrontando.

En definitiva, el transcurso de la vida es más rápido de lo que imaginamos. Y hay tanto que todavía tengo que aprender. No importa que tenga 30 años. Nunca se es demasiado joven para aprender de la vida y de la de los que nos rodean y forman parte de ella.

sábado, 21 de enero de 2012

30 años


El próximo lunes es mi cumpleaños. 30 tacos. Eso no es poco. Treinta años implican muchos cambios en la vida, muchos muchos acontecimientos históricos, familiares y personales. El que diga que a lo largo de su vida todavía no ha acontecido nada importante, es que no se ha parado a pensarlo detenidamente.

Y este cumpleaños me pilla de exámenes. Después de muchos años sin estudiar en serio, todo hay que decirlo. Pero cuando ayer corría ya planificaba como lo celebraría: el domingo -el día antes- lo celebraría con la familia. Una comida, una tarta, velas, y -lo más importante- los regalos... jejeje. Bueno, eso es lo de menos. Lo realmente importante es la celebración. Y ésta no podemos comprenderla de cualquier forma: debe ser una verdadera acción de gracias a Dios por invertir -y confiar- en mi un año más. Ya llevo treinta sobre el lomo.

Y como siempre, de esto se pueden sacar propósitos, y un "volver a nacer". Estar más activo y atento. Ser más constante. No perder el ritmo. Ni corriendo ni sirviendo a los demás. Pero tampoco obsesionarse. Está siendo para mi una gran terapia el salir a correr sin restricciones de tiempo ni velocidad. Aunque prácticamente llevo calculado que hago casi 10 kilómetros, no me importa si me tengo que detener un minuto haciendo trote, o ayudar a una -entrometida, pero entrañable- persona mayor -en una palabra, vieja- a subir su carrito de la compra -cargado de productos de hacendado y deliplus...- a su piso por las escaleras hasta su portal.

Y seguir corriendo, sin darle importancia ni merito. Debo aprender a que esto sea también así en mi vida: que las cosas que acontecen, las reacciones de las personas o las relaciones con éstas, no me paralicen por completo. Sí, debo detenerme, estudiarlo, y ayudar en la medida de lo posible; pero continuar: que las cosas no salgan como uno quisiera o soñara, no es motivo de desmoronarse o volver hacia atrás.

¡Seguir hacia delante! Es el regalo que le pido al Señor este año. Y estoy seguro de que lo dará.

viernes, 6 de enero de 2012

¡¡Han venido los Reyes!!



Como es costumbre los 6 de enero, esta mañana, aun siendo fiesta, me levanto temprano. Tengo mis motivos. Cuando era niño -esto incluye prácticamente hasta hace dos años- me levantaba con mis hermanos a mirar los juguetes que nos habían traído los Reyes a eso de las 4,30 o las 5. El primero en despertarse levanta al resto. Muy nerviosos íbamos al salón todos juntos, linterna en mano, tiritando de frío y de nervios, a ver qué sorpresas nos habían dejado este año. Hoy me he levantado a las 8,30. No es lo mismo, pero me ha costado, oye.

Con ilusión mis padres me han seguido para ver mi reacción ante los presentes. Todos muy bonitos, y justo justo como lo había pedido en la carta (mental) y en la tienda, dicho sea de paso. Ellos se apresuran a preparar el desayuno, con el roscón que traje ayer temprano. Yo, con el café soluble (leche fría, agua del grifo y nescafé… hum…) tengo de sobra. Iré a misa de 10 de la mañana, para inmediatamente después salir a correr. En plan acción de gracias y tal. Y que ayer no corrí, y que el programa del iPhone -el Runkeeper- ya me avisó antes de ayer de que no lo usaba. Prefiero correr sin control de velocidad/tiempo. Pero hoy lo uso. Para ver si estoy perdiendo el ritmo.

Todo preparado y salgo. Hay gente ya en la calle. Niños con la bicicleta que probablemente están estrenando. En la entrada del paseo marítimo, chicos con patineta, otros con patines. Otros juegan al fútbol, y un grupo de chavales al principio de la playa juegan al voley. Hay movimiento, y eso es positivo. Y yo sigo en movimiento con mis regalos de reyes -estoy casi estrenando el cortaviento Nike que me regaló mi amigo de Londrés- y me hace sentir joven. Yo soy joven, que leche. Sí, pasan los años, pasa el tiempo, y cambiamos. Yo en poco tiempo he cambiado… y mucho. Desde que entré al seminario sin ir más lejos. Entre otras cosas he cogido algo de peso. No demasiado, pero sí el suficiente para que los amigos con los que he quedado estos días me digan: "¡Anda, por fin has cogido algo de peso! ¡te hacía falta! Estabas muy canijo". Que falsos. Es una forma de decir: "Anda, estás más gordo, pero como estudias para cura eso ya no importa. Y así yo no me acomplejo". En fin. Llevo dos kilómetros en diez minutos. Al ritmo de siempre. Perfecto.

Sigo corriendo. En breve vuelvo al ritmo de estudio y trabajo del seminario. Me da algo de morriña. Y miedo. Por un lado, en breve empiezo los exámenes. Buf. A ver qué tal. Y por otro lado, cumplo pronto 30 años. Tres décadas. Jolines. Que rápido pasa el tiempo. En el camino me encuentro a antiguos compañeros del gimnasio. Los saludo brevemente con un gesto y sigo corriendo. Como si no hiciese nada que no los veía. Ayer me encontré a uno cuando salía de Stella Maris. Con ése tuve algo más de relación, y me saludó irónicamente: "¿Cómo van las cosas, monseñor?". Es algo mayor, pero con mucha vitalidad. Rezo a Dios porque me conserve así con el paso de los años.

Ya llevo cuatro kilómetros. Vale la pena darse la vuelta. Ocho será suficiente, y es lo que -sin contabilizar- he hecho estos días atrás. Pero hay algo que en este nuevo año no puedo dejar atrás: mis propósitos. Que no puedo dejar de lado mis objetivos deportivos, ascéticos, formativos y etcétera. Y la oración es fundamental. Que mañana empiecen las rebajas no significa que tenga que hacer yo ninguna rebaja. Porque día tras día si hay algo que no falta -y cuando falta, lo noto- es la oración. El Señor siempre está presente, pero especialmente en ese momento es cuando más nos fijamos. Conversamos con Él y lo tratamos de tú a tú. Face to Face como diría un profe que me dio en Publicidad.

Son seis kilómetros. Me encuentro a otro conocido. Ayer lo vi después de unos meses sin saber nada de él, y hoy vuelvo a verlo. Él también va corriendo. Se ve una persona constante. A lo lejos ya veo el final del paseo marítimo, y con él el final de mi carrera de hoy. Pero esto no acaba ahí. Ni ahí ni hoy. Cuando llegué hago abdominales y flexiones. Caramba, que estudie para cura no significa que no deba intentar cuidarme un poco. Ya llego y… ¡ocho kilómetros! en 40 minutos. Perfecto, como yo. ¿Se nota que estoy cuidando mi autoestima? ;)