domingo, 6 de noviembre de 2011

Justo un mes...

A estas alturas del domingo, que pronto se nos acaba, salta a mi mente un dato importante... queda justo un mes para la maratón. ¡Un mes! ¡Que rápido pasa el tiempo!

Y no es solo es dato el que lo demuestra... en poco más de una semana, ya harán dos meses de mi entrada al seminario, y el próximo miércoles a tengo mi primer examen. Como diría Jesulin de Ubrique... "en dos palabas... ¡im prezionante!".

Ayer hice algo tarde mi entrenamiento, porque durante todo el día estuve de retiro. Pero no podía dejarlo, porque -y mi entrenador me lo recordó la noche antes- me tocaban 20 kilómetros, que no es poco.

Obviamente, para esas distancias y en esas circunstancias, hago mi entrenamiento solo, sin ningun compañero del seminario. Así que me sirvió un poco para refrescar las palabras que D. Antonio Dorado -obispo de Málaga hasta hace un par de años- había dicho durante el retiro. Especialmente como definía la palabra "sacerdote". "Es un hombre que cree".

Puede parecer algo trivial. Que el cura tiene que creer no es nada nuevo. Sí, pero es crucial. La base, su vocación, es la fe. Toda su vida está cimentada en ella, y una vida que no se edifica sobre ella, es vacía. Y más para el que elige entregar toda su vida.

Cuando corría examinaba como llevaba la fe en mi propia vida. ¡Cuantas veces caigo en la rutina! ¡Tantos momentos en los que no me detengo que en pensar qué hago y -lo más importante- por qué lo hago!

Me pregunto... ¿por qué entreno? Hay un fin: la maratón. Pero ese fin está muy próximo, y mi vida no acaba en ello. Hay otro fin, de fondo, más profundo: me gusta. Me gusta hacerlo, y tiene muchas ventajas: mi salud, mi estado de ánimo, etc.

Entonces, ¿por qué estoy en el seminario? Hay una finalidad no muy lejana, que es sacerdote. Pero, ¿por qué lo hago? ¿qué es lo que me ha movido a tomar esa decisión?: Cristo. En Él debo aprender a ceer y a quererlo más que nada. Y mientras esto circulaba por mi mente, tome una importante nota mental: llevar más a mi oración mi propia fe.

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