lunes, 5 de septiembre de 2011

‎"Lo único que quería era llegar rápido a la meta''

Días atrás hice referencia a Usain Bolt, quien empezó el Mundial de Atletismo con una descalificación. Pues bien, este hombre ayer cumplió su promesa de no darle importancia a su error, al correr como un bala en el relevo 4x100, que eclipsó el récord mundial.
‎Su respuesta ante la multitud eufórica por sus resultados: "Lo único que quería era llegar rápido a la meta''. No le importaba lo que le pasó la semana pasada, ni cómo podrían reaccionar si no lo conseguía: sólo quería llegar a ello, sin miedo a las posibles complicaciones.
Muchas veces podemos experimentar una situación parecida: el ánimo puede jugar malas pasadas, haciéndonos creer que no conseguiremos lo que nos proponemos, o que los pasos que daremos no valen la pena en relación a lo que buscamos obtener. En estos casos, nos hundimos en una especie de depresión, y a veces hasta nos sentimos solos, o rechazados, o subestimados. Y si no nos detenemos a pensar el por qué lo hacemos, tarde o temprano nos echaremos atrás, y dejaremos de luchar por ello.
Imagina que Bolt, ante el fracaso anterior, hubiese desestimado la oportunidad de llegar a la cumbre; pues de una forma parecida -no la misma, ya que no tiene ni punto de comparación- piensa en qué habría pasado si Cristo, cuando oraba en Getsemani, se viese totalmente incapacitado de dar su vida. En su caso, oró: "Señor, que pase de mi este cáliz, pero que no sea mi voluntad, sino la tuya". Pero no desistió: sabía que dar su vida era por una fuerza mayor: la salvación de la humanidad entera.
Yo ahora me enfrento a seis años de formación, y -sinceramente- me parece una eternidad: ¿podré hacerlo? ¿vale la pena? ¿es el sacerdocio mi verdadera vocación? Entonces pienso que el por qué lo hago es una fuerza mayor, y eso me consuela, y no me hace sentirme solo, porque -para empezar- Cristo me acompañará.
Y bueno, también me enfrento a unos meses corriendo como una cabra -de forma tanto metafórica como real- para competir en la Marathon. Y día a día, cuando he corrido 15 o 20 Km, pienso "¡buf, no es ni la mitad! ¡Yo no podré terminarla!". Pero inmediatamente caigo en la cuenta de que, como en cualquier proyecto, necesito mi preparación, mi entrenamiento, mi formación, y si la estoy siguiendo, entonces podré. Además, cuento con algo más que un entrenador, un amigo que me marca las pautas diarias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario