lunes, 29 de agosto de 2011

‎"¿Buscáis lágrimas? Pues eso no va a suceder"


Éstas palabras que recojo en el título del post provienen del atleta ‎Usain Bolt, en el momento en que fue descalificado el pasado domingo de la final de los 100 metros. Su problema: salió antes de tiempo.
Éste hombre tenía todas las de ganar: no le faltaba nada más que le garantizara el oro. Los otros competidores ya contaban con que él sería el primero en llegar. Pero ese error inesperado fue el que se interpuso en los objetivos de Bolt.
Eso nos pasa a todos con frecuencia: un pequeño error con el que no contamos, un acontecimiento inesperado, o simplemente unos resultados que no eran los que no habíamos marcado, hacen que lo que habíamos previsto no llegue a buen cauce. Entonces nos hundimos, nos desesperamos, nos vemos incapaces de seguir adelante. Esa conducta errónea nos amedrenta, nos atemoriza, y nos ciega: no vemos más allá de lo que ha pasado, en vez de intentar ver como salir del problema. Nos quedamos en el fango de nuestros errores o nuestra falta de suerte.
Pero cuando recapacitamos, cuando ponemos en verdadero orden nuestras prioridades, nuestros sueños... nos damos cuenta de que ese suceso inesperado no ha hecho tanta mella, y si a caso, lo que verdaderamente ha producido es que seamos más fuertes, hayamos aprendido más de nosotros mismo y hayamos experimentado nuevas circunstancias.
Hoy, después del fracaso de ayer, Bolt ya mira al futuro: "Ahora tengo que seguir adelante, ya que no tiene sentido continuar pensando en el pasado", y se dispone a prepararse con más ganas para los 200 metros.
Esto me genera confianza, en Dios y en mi mismo: el Espíritu Santo actua en la vida como un auténtico zig zag: no importa donde o como hayamos empezado, ni lo que pueda pasarnos mañana, el año que viene o dentro de cinco minutos. Lo importante es este mismo instante, y lo que queremos hacer en él. Así no hay sitio para penas o temores.

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