Imagino que ya se sabe. Hoy es Miércoles de Ceniza. Esto significa que, sí, ya empezamos la Cuaresma: los cuarenta días antes de la Pascua. Para mi este año es más especial: es mi primera Cuaresma en el Seminario. Y necesito vivirla más de cerca. Sentirla viva cada día más. Y así sentir cada día más a Cristo. Necesito de renovar mi fe cada minuto, para sentirle a Él, y -de paso- sentirme a mi. Sentir quien soy y para que estoy.
Por ser el día que es, en el Seminario no tenemos almuerzo: hoy es día de ayuno y abstinencia; vamos, que nada de carne y a pasar hambre. Pero ese ayuno debe ser un poco más especial. Algo más sincero. No me vale el "he pasado hambre", para luego atiborrarme al día siguiente y comerme "los bollicaos como quicos". No. Para empezar, y para matar el hambre, voy a salir a correr. Justo después de las clases de griego. A las 14 horas. Ya estoy preparado. Gorra, gafas de sol y música.
Quiero llegar hasta los baños del Carmen, como de costumbre. Como decía, la Cuaresma es muy importante. Es tiempo de conversión. Y de acercarse más a Cristo. Como dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios, que leemos hoy: "ahora es tiempo favorable". Sí, ahora ha llegado "ese" momento de cambiar. Y sí, lo he intentado muchas veces, pero ¿quién dice que ahora no lo pueda conseguir?
He entrado ya en la Malagueta. Y repaso como en los últimos meses he cambiado en muchos aspectos. Y he crecido. Y he madurado. Pero muchas veces no me doy cuenta. Y ahí es donde siento al Señor más cerca: sé que esos cambios son obra suya, y lo hace de una forma tan discreta, que ni me doy cuenta de ellos, ni de que los ha hecho Él. Dice el Evangelio:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga».
Eso que hace Él ya conmigo, debe hacerlo yo con los demás. Y cuando se habla de dar limosna, rezar o ayunar, también entra el hacer otros sacrificios. Otras obras de caridad. Acompañar a un amigo. Ayudar a un compañero. Preocuparse por él. Hacerlo con una sonrisa en la cara, con la felicidad plena de estar haciéndolo con Jesucristo. Y he llegado ya a los baños del Carmen. Y los sobrepaso. Y ya doy media vuelta.
En "definitiva": es hora de cambiar. Pero no sólo porque sea Cuaresma, sino porque tengo que cambiar. Por mi parte, es crucial estar más cerca de Cristo. Sentir que lo que hago, lo hago por Él. Que Él me quiere.
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