sábado, 31 de diciembre de 2011

¡Un año más!



Hoy correré a última hora de la tarde. Me hace ilusión que una de las últimas cosas que haga este año sea correr. Además, así podré hacer mientras recorro el Paseo Marítimo un poco de examen. Estos días atrás he corrido o bien a media mañana o recien comido, con prisas por hacer otras cosas. Hoy quiero hacerlo con algo más de tranquilidad.

Precisamente cuando ayer empecé a correr, me encontré con un antiguo amigo del gimnasio que me preguntaba qué había sido de mi. Cuando le comenté que estaba en el seminario, me respondió bastante sorprendido: "¡Yo pensaba que te habías casado!". Sonreí.

Cuando retomé el ritmo, empecé a pensar. La verdad es que este año ha estado cargado de grandes y muchos cambios. Muy buenas noticias, y otras un poco más tristes. Y a medida que iba avanzando, fui sintiendo todo lo que había pasado. Cuando paso por una pequeña plaza, recordaba el día que me senté allí a leer un rato (precisamente "De qué hablo cuando hablo de correr"). Cuando pasé por el Wok recordé la última vez que comí allí con uno de mis mejores amigos. Y cuántas veces quedábamos allí los compañeros de la facultad. En el momento que superé el cruce, saltó a mi memoria aquella mañana a las 6 que quedé a correr con mi entrenador. Y cómo le comenté el por qué dejaba el gimnasio, que iba al seminario, lo que significaba mi vocación. Cuando pasé por el cruce que daba a la Avenida Juan XXIII, recordé cuantos años estuve trabajando allí.

De repente me dí cuenta. No vale la pena mirar tanto hacia atrás. Por lo general todos los recuerdos los revestimos de nostalgia. Lo importante es mirar hacia delante. No pensar en todo lo que hemos dejado. Todo lo que hemos perdido o incluso todos los errores que hemos cometido. No. Hay que mirar hacia delante.

Y pienso que sí. Que esta nochevieja no será como las de siempre. No estamos todos. Hay nuevos. Claro que hay amigos con los que he perdido el contacto, familiares que ya no están. Pero hay nuevos amigos, nueva familia. Y nuevos sueños. Y en todos ellos, Cristo. Y en ese momento tomé conciencia. El por qué lo estaba haciendo todo: Cristo. Muchas veces ya me olvido de cuál es el sentido de mi vida. Él es el amigo, el familia, la buena noticia.

Por Él lo he dejado todo. Y Él no está nunca se queda atrás. Él es el que siempre corre delante mía, pero sin separarse de mi. Y mi primer propósito de este 2012 es seguirle más de cerca. Necesito entrenarme más. En mi fe y en mi vocación, por supuesto.

¡Feliz Año Nuevo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario