Quedan horas, menos de diez horas para el gran momento. Parece que fue esta misma tarde que decidí prepararme en serio para el Maratón. Que en el trabajo comentaba que quería prepararme para participar en esa competición, y así demostrarme que los proyectos nos se quedan en palabras. Que el esfuerzo y la constancia dan su fruto.
Eso sí, soy realista. Confieso -no en plan "yo confieso", obviamente- que desde mi entrada al Seminario mi plan de entrenamiento cambió bastante. Dejémoslo en mucho, no demasiado. Y no he podido ir cumpliendo todas las metas propuestas en lo del deporte, y mi constitución física ha adoptado de nuevo su forma de flan original. Aunque no tanto como hace un año, sí que he hachado algo de buche.
Eso implica que no estoy en mi mejor momento. Ni he llegado a correr 42 kilómetros e seguidos. Y muchos días, a mitad del camino, la tensión baja o la comida en la boca del estómago me han obligado a detenerme antes de cumplir mis objetivos del día.
Con esto estoy diciendo, de forma clara y concisa, que es posible que no lo termine. Pero al menos lo habré intentado. Y eso es lo que importa. Como me decía un cura, "tú pon tus ganas, que Dios hará el resto". Y eso haré, sin duda alguna.
Gracias doy a todos los que me han apoyado, muy especialmente a mi entrenador, al que hasta hace menos de una hora le he dado la tabarra para que me recogiera el dorsal. Estos días en el Seminario son de locos, con preparativos para la Inmaculada, el Teatro, el Belén, las decoraciones, la limpieza… ¡y ya me había olvidado de recoger el dorsal! Gracias de nuevo, Nico.
¡Rezad por mi!
No hay comentarios:
Publicar un comentario