viernes, 6 de enero de 2012

¡¡Han venido los Reyes!!



Como es costumbre los 6 de enero, esta mañana, aun siendo fiesta, me levanto temprano. Tengo mis motivos. Cuando era niño -esto incluye prácticamente hasta hace dos años- me levantaba con mis hermanos a mirar los juguetes que nos habían traído los Reyes a eso de las 4,30 o las 5. El primero en despertarse levanta al resto. Muy nerviosos íbamos al salón todos juntos, linterna en mano, tiritando de frío y de nervios, a ver qué sorpresas nos habían dejado este año. Hoy me he levantado a las 8,30. No es lo mismo, pero me ha costado, oye.

Con ilusión mis padres me han seguido para ver mi reacción ante los presentes. Todos muy bonitos, y justo justo como lo había pedido en la carta (mental) y en la tienda, dicho sea de paso. Ellos se apresuran a preparar el desayuno, con el roscón que traje ayer temprano. Yo, con el café soluble (leche fría, agua del grifo y nescafé… hum…) tengo de sobra. Iré a misa de 10 de la mañana, para inmediatamente después salir a correr. En plan acción de gracias y tal. Y que ayer no corrí, y que el programa del iPhone -el Runkeeper- ya me avisó antes de ayer de que no lo usaba. Prefiero correr sin control de velocidad/tiempo. Pero hoy lo uso. Para ver si estoy perdiendo el ritmo.

Todo preparado y salgo. Hay gente ya en la calle. Niños con la bicicleta que probablemente están estrenando. En la entrada del paseo marítimo, chicos con patineta, otros con patines. Otros juegan al fútbol, y un grupo de chavales al principio de la playa juegan al voley. Hay movimiento, y eso es positivo. Y yo sigo en movimiento con mis regalos de reyes -estoy casi estrenando el cortaviento Nike que me regaló mi amigo de Londrés- y me hace sentir joven. Yo soy joven, que leche. Sí, pasan los años, pasa el tiempo, y cambiamos. Yo en poco tiempo he cambiado… y mucho. Desde que entré al seminario sin ir más lejos. Entre otras cosas he cogido algo de peso. No demasiado, pero sí el suficiente para que los amigos con los que he quedado estos días me digan: "¡Anda, por fin has cogido algo de peso! ¡te hacía falta! Estabas muy canijo". Que falsos. Es una forma de decir: "Anda, estás más gordo, pero como estudias para cura eso ya no importa. Y así yo no me acomplejo". En fin. Llevo dos kilómetros en diez minutos. Al ritmo de siempre. Perfecto.

Sigo corriendo. En breve vuelvo al ritmo de estudio y trabajo del seminario. Me da algo de morriña. Y miedo. Por un lado, en breve empiezo los exámenes. Buf. A ver qué tal. Y por otro lado, cumplo pronto 30 años. Tres décadas. Jolines. Que rápido pasa el tiempo. En el camino me encuentro a antiguos compañeros del gimnasio. Los saludo brevemente con un gesto y sigo corriendo. Como si no hiciese nada que no los veía. Ayer me encontré a uno cuando salía de Stella Maris. Con ése tuve algo más de relación, y me saludó irónicamente: "¿Cómo van las cosas, monseñor?". Es algo mayor, pero con mucha vitalidad. Rezo a Dios porque me conserve así con el paso de los años.

Ya llevo cuatro kilómetros. Vale la pena darse la vuelta. Ocho será suficiente, y es lo que -sin contabilizar- he hecho estos días atrás. Pero hay algo que en este nuevo año no puedo dejar atrás: mis propósitos. Que no puedo dejar de lado mis objetivos deportivos, ascéticos, formativos y etcétera. Y la oración es fundamental. Que mañana empiecen las rebajas no significa que tenga que hacer yo ninguna rebaja. Porque día tras día si hay algo que no falta -y cuando falta, lo noto- es la oración. El Señor siempre está presente, pero especialmente en ese momento es cuando más nos fijamos. Conversamos con Él y lo tratamos de tú a tú. Face to Face como diría un profe que me dio en Publicidad.

Son seis kilómetros. Me encuentro a otro conocido. Ayer lo vi después de unos meses sin saber nada de él, y hoy vuelvo a verlo. Él también va corriendo. Se ve una persona constante. A lo lejos ya veo el final del paseo marítimo, y con él el final de mi carrera de hoy. Pero esto no acaba ahí. Ni ahí ni hoy. Cuando llegué hago abdominales y flexiones. Caramba, que estudie para cura no significa que no deba intentar cuidarme un poco. Ya llego y… ¡ocho kilómetros! en 40 minutos. Perfecto, como yo. ¿Se nota que estoy cuidando mi autoestima? ;)

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