miércoles, 22 de febrero de 2012

Mi cuaresma

Imagino que ya se sabe. Hoy es Miércoles de Ceniza. Esto significa que, sí, ya empezamos la Cuaresma: los cuarenta días antes de la Pascua. Para mi este año es más especial: es mi primera Cuaresma en el Seminario. Y necesito vivirla más de cerca. Sentirla viva cada día más. Y así sentir cada día más a Cristo. Necesito de renovar mi fe cada minuto, para sentirle a Él, y -de paso- sentirme a mi. Sentir quien soy y para que estoy.

Por ser el día que es, en el Seminario no tenemos almuerzo: hoy es día de ayuno y abstinencia; vamos, que nada de carne y a pasar hambre. Pero ese ayuno debe ser un poco más especial. Algo más sincero. No me vale el "he pasado hambre", para luego atiborrarme al día siguiente y comerme "los bollicaos como quicos". No. Para empezar, y para matar el hambre, voy a salir a correr. Justo después de las clases de griego. A las 14 horas. Ya estoy preparado. Gorra, gafas de sol y música.

Quiero llegar hasta los baños del Carmen, como de costumbre. Como decía, la Cuaresma es muy importante. Es tiempo de conversión. Y de acercarse más a Cristo. Como dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios, que leemos hoy: "ahora es tiempo favorable". Sí, ahora ha llegado "ese" momento de cambiar. Y sí, lo he intentado muchas veces, pero ¿quién dice que ahora no lo pueda conseguir?

He entrado ya en la Malagueta. Y repaso como en los últimos meses he cambiado en muchos aspectos. Y he crecido. Y he madurado. Pero muchas veces no me doy cuenta. Y ahí es donde siento al Señor más cerca: sé que esos cambios son obra suya, y lo hace de una forma tan discreta, que ni me doy cuenta de ellos, ni de que los ha hecho Él. Dice el Evangelio:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga».

Eso que hace Él ya conmigo, debe hacerlo yo con los demás. Y cuando se habla de dar limosna, rezar o ayunar, también entra el hacer otros sacrificios. Otras obras de caridad. Acompañar a un amigo. Ayudar a un compañero. Preocuparse por él. Hacerlo con una sonrisa en la cara, con la felicidad plena de estar haciéndolo con Jesucristo. Y he llegado ya a los baños del Carmen. Y los sobrepaso. Y ya doy media vuelta.

En "definitiva": es hora de cambiar. Pero no sólo porque sea Cuaresma, sino porque tengo que cambiar. Por mi parte, es crucial estar más cerca de Cristo. Sentir que lo que hago, lo hago por Él. Que Él me quiere.

jueves, 16 de febrero de 2012

Mi catarro Mi catarro

El sábado no tuve tiempo. Y el domingo ni te digo. Además, la misma noche del domingo comencé a sentirme mal. Estaba contiendo un fuerte constipado. El lunes, el martes, el miércoles… incluso hoy… mal cuerpo, mucosidades, dolores de cabeza frecuentes. No he dejado de llevar visa normal, pero no he tenido el "valor" de salir a correr. Hasta esta tarde… no podía seguir así, así que shuffle encendido, gorra en la cabeza… ¡en marcha!

Llevo algo más de velocidad que normalmente. Puede ser por el tiempo que llevo sin correr. También por el stress acumulado. Y comienzo a pensar en cuantas cosas han sucedido esta semana. Cuantas clases, cuantos ejercicios, cuantos temas nuevos. Todavía no he encajado del todo en el nuevo semestre. Y aprender griego… ni te cuento.

Hoy además he tenido que salir antes de clase "pitando" a renovar el desempleo. Y volver justo a tiempo de las clases de ética. Además, he tenido que hacer unas cuantas fotocopias. Y esta tarde empecé un trabajo para filosofía medieval y todavía no lo he terminado. Y los ejercicios de latín… sigo sin pillar como identificar las declinaciones bien.

Sí. Entiendo ahora porque llevo esa velocidad. Llevo tantas preocupaciones sobre la espalda, que no puedo pararme. Y de repente paro. ¿Soy consciente de por quién lo hago? Y me doy cuenta. No estoy contando con Cristo. No estoy hablando con Cristo, sino conmigo. Algo está fallando. Y ahora sí que entiendo porque tengo tanto stress. No estoy contando con Él y claro, yo estas cosas solo no puedo.

Sucede con frecuencia que se entra en una dinámica de tanta rutina que podemos olvidarnos de por qué lo hacemos… que nos lo dejamos atrás casi casi sin darnos cuenta. Y esto implica dar marcha atrás. Volver a buscarle. Así que corriendo también doy la vuelta y doy "marcha atrás". Yo creía que mi mal estar era porque no corría, porque tenía el "Mono" de correr y no. Tengo "mono" de hacer oración. De volver a encontrarle. Y sentirle. Porque -esto es experiencia personal- lo único bueno de "despirtarse" de Cristo, es cuando volvemos a encontrarle.

viernes, 10 de febrero de 2012

Mi reflexión

Me dijiste "Ya es hora de despertarse del sueño". Me llamaste e inmediatamente salí a buscarte. Ni siquiera te conocía, pero salí a buscarte. No me hice el rezagado. Pero de buenas a primeras, no te encontré. ¿Dónde estás, Señor?

No me hice el rezagado. Así que decidí preguntar a la gente. Primero a los conocidos. Algunos no sabían dónde estabas. Otros ni te conocían. Por fin uno me dijo que te había visto y que habías preguntado por mi. Me dio la dirección y allí fui.

No me hice el rezagado. Allí te conocían, allí te sentían, y te amaban con locura. Pero allí para mi no estabas. Ellos me recibieron, me acogieron, me formaron como hombre. Como el hombre que soy ahora. Pero allí para mi no estabas. ¿Dónde estás, Señor?

Volví a sentir tu llamada. Así que salí de nuevo a buscarte. No me hice el rezagado. Una buena mujer, una hermana, me dijo que te había visto, y que vivías con ellas. Fui a su casa. Allí todos te sentían. Una gran familia. Y me invitaron a quedarme con ellas y ellos. Estuve algo de tiempo. Aprendí mucho allí. La riqueza del voluntariado, el amor desinteresado. Pero tampoco te encontré. Allí para mi no estabas, así que salí de nuevo a buscarte. No me hice el rezagado. ¿Dónde estás, Señor?

Pasaron los años. Seguía preguntando. Y entrando en las casas que me invitaban, pero tampoco te encontraba. ¿Dónde estás, Señor?

Entonces me presentaron a una amiga. Me dijeron que con ella te encontraría. Que ella sería mi compañera en la búsqueda. Y emprendimos un camino. Un camino juntos. Un largo camino juntos. Para sentirte y encontrarte. Pero no fue así. Me estaba cada vez separando más de ti. De lo que buscaba. De lo que quería. De a quién quería. Así que decidí volver a emprender la marcha. Otra vez yo sólo. No me hice el rezagado. ¿Dónde estás, Señor?

Llegó un momento en el que me detuve. Desde la primera vez que sentí tu llamada habían pasado dos, cinco y hasta doce años. Una larga búsqueda. Desesperado entonces decidí ya tirar la toalla, bajaría de la cruz. Sin ti. Estaba malherido. Ya había pagado todos mis pecados. Y nunca te encontraría. Nunca me buscarías. Aunque te sintiera cerca. ¿Dónde estás, Señor?

Entonces, me volviste a llamar y me dijiste: "si sabes que aunque camines por cañadas oscuras, nada tienes que temer, porque Yo voy contigo. ¡Que necio has sido! Me buscaste en todos los caminos, en extremos perdidos, y esquinas ocultas. ¡Y yo ya iba contigo! Necio ¿por qué no miraste dentro de ti?".

Era cierto. Si te escuchaba y ya te sentía en mi, ¿por qué fui tan cobarde? Hice examen ¿realmente yo quería encontrarte? No me hacía el rezagado, pero creo que en el fondo tampoco quería encontrarte. No quería conocerte. Y creo -temo- que ahora tampoco. Tengo miedo a la cruz. A eso que la gente llama cruz.

Ha pasado ya algo de tiempo de esa primera vez que salí a buscarte, pero al final aquí me tienes. Me dices "Me presenté a los que preguntaban por mi. Me hallaron los que no me buscaban". Sí, a veces la cruz aparece sin buscarla. Lo he rezado tanto que creo que ya ni sé qué significa. Y es entonces cuando vuelves a preguntar por mi. Y tocas profundo. Tocas hondo en mi corazón. Me duele. Pica. Escuece. Pero es como el alcohol que desinfecta las heridas. Vale la pena. Me sana. Me da vida.

¿Y realmente seré capaz de emprender este camino? ¿o llego ya demasiado tarde? He corrido muchos kilómetros, muchos, demasiados por las vías equivocadas, las que yo elegí libremente. Lo sabes. Me siento cansado. El tobillo se resiente. Las suelas de mi zapatos ya están gastadas. Mi fe ya está erosionada. Es débil. No puedo.

Por eso te pido Señor paciencia conmigo. Ya estoy aquí. Y lo sabes. Llevo ya unos meses pero todavía me queda mucho hacer, por aprender. Y tropiezo, y me caigo. Y tú me diriges una mirada amable, esa sonrisa, un gesto cariñoso. En ti, en el hermano, en el amigo. Y vuelves a alzarte fatigosamente abrazado a esa cruz. Decía San Josemaría: "Soñad y os quedaréis cortos": Y lo primero con lo que sueño es que esa paciencia que te pido que tengas conmigo, me le des también a mi… conmigo. Soy necio, inútil, inseguro, cobarde… Y es entonces cuando me recuerdas que soy hombre. Soy humano. Dejas suaves huellas en la arena y las quiero seguir. Vivir es un regalo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Mi Primer Semestre

Hoy domingo no he tenido que madrugar demasiado. No obstante, a las 7,30 ya estaba medio en vela, y poco antes de las 9 ya estaba en pie. En cuanto me tome el café y empiece bien el día, voy a salir a correr. Ayer no rendí suficiente, y mis razones tengo. Todo tiene que ver con el karma. O eso decía ayer mi hermano. Le doy un beso a mi madre, enciendo el iPod y salgo.

Mi maldito Karma

La verdad es que, con karma o no, este fin de semana ha sido bastante positivo. He descansado poco, pero me he despejado que da gusto. El viernes hicé ya mi último examen, y este lunes empiezo el nuevo semestre. Salgo a la calle, y el frío hace que más de uno se lo piense dos veces antes de empezar a correr. No en vano, tengo ganas de hacer mínimo diez kilómetros y nadie me las va a quitar.

Ayer tarde cuando salí iba también con muchas ganas de hacer diez kilómetros. Pero a las 7 y media de la tarde, la temperaturas bajas y la ausencia de sol, implicaba que me iba a costar más. Pero ¡nada! ¡yo iba a intentarlo! Otra veces lo he hecho.

El calentamiento dio poco de calentamiento, y las rodillas parecían estar bajo el agua. Pero lo peor empezó en el minuto 15. Mi estomago había decidido cortar la digestión o lo que fuera, y las nauseas eran para reirse de las que describía Jean Paul Sartre. Me vi obligado a detenerme, y dar media vuelta. Ahora andando. Con el frío que hace y yo en camiseta sin mangas y pantalones deportivos que parecen unos boxers. Que frío. Hoy ya eso no va a pasar: hace sol y llevo algo de abrigo encima. El estómago mejor, y la verdad, estoy haciendo muy buen tiempo.

Digo que la culpa de lo de ayer es del karma, porque por algun lado tenía que fallar. Este fin de semana tengo motivos más que suficientes -de sobra- para agradecer a Dios todo lo que hace por mi, porque ha sido impresionante. Con la familia, y con los amigos. He visto amigos a los que tengo un cariño bestial, y he pasado gratos momentos. Y he visto a dos de mis hermanos y dos de mis sobrinos, y he pasado muy buen rato con mis padres. Esto es lo que verdaderamente me recarga la batería para empezar el nuevo semestre. No estoy solo.

Justo en el momento en el que ese pensamiento rondaba en mi cabeza, y ya en línea de playa, suena en mi iPod una canción de Juanes "No creo en el jamás". Con una letra que admito que me la he llevado a la oración. Destaco:

"El miedo es un asesino
que mata los sentimientos
Y sé que no estoy solo
Yo sé que Dios está aquí dentro"


Muchas veces soy esclavo del miedo. Voy a empezar un nuevo semestre y las cosas van a cambiar. También un pequeño repaso de cómo ha ido el anterior, me hace pensar que son muchos mis errores y defectos. Y no dejo de ser dependiente de la opinión de las otras personas. Y eso duele bastante. Pero... ¿acaso olvido por qué estoy en el Seminario? Sí, yo he dado un paso, pero ¿quién me ha empujado? ¿quién verdaderamente no deja de acompañarme y darme el ciento por uno? ¿quién me hace verdaderamente feliz? ¿por quién rezo "Aunque camines por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vienes conmigo"? Él me acompaña. Ahora y siempre. Y no me a dejar. Sé que yo soy bastante especial, y que Él no va a dejar de sostenerme la mano, para que casa paso que dé, lo pueda dar seguro.

Y si alguna vez permite que la vida me ponga a prueba, y me caigo... Él va a ser quien me recoja. Me dé el abrazo fuerte de Padre ("Como uno niño débil se arroja compungido en los brazos recios de su Padre").

La prueba está en que con karma o sin él, he hecho los diez kilómetros. Como diría Nietszche, "Querer es poder". Y aunque mi pensamiento se aleja bastante mucho del nihilismo, salta a mi mente el pasaje del Evangelio "Si quieres, puedes limpiarme". Cristo respondió: "Quiero, queda limpio". Dios sólo quiere lo mejor para cada uno de nosotros, y si Él lo quiere, yo podré hacerlo. No tiene sentido que tenga miedo.