domingo, 8 de abril de 2012

Mi pan ázimo


¡Feliz Pascua de Resurrección! Hoy celebramos en toda la Iglesia que Cristo ha resucitado... ¡Ayer, hoy y siempre! Y ayer, no sólo en la Vigilia Pascual, sino ya antes, el Señor me hizo un gran regalo: me dio la oportunidad de salir a correr, con muy buen clima, y muy buena compañía: mi entrenador Nico.

Hacía tiempo que no corría con él. Desde que entré en el Seminario, nuestra relación se ha reducido a los whatsapp y algún momento en concreto (especialmente la Maratón). Y me encanta correr con él porque me permite establecer metas. Es un corredor nato, y eso es un incentivo.

El recorrido era además algo especial: correr por el campo. ¡Me encanta el campo! las vistas, el aire que se respira, el silencio. Quedamos a las 5,30, y empezamos a correr a buen trote rumbo Rosaleda. Buena velocidad, un trote normal. Pero cuando entramos en el campo ¡Ay amigo! todo cambia. La inclinaciones son espectaculares. Pero... Mi constitución física en los últimos meses ha cambiado "un pelin": mis pulmones sonaban como un muñeco de los que pitan, y la asfixia ralentizaba más mi marcha. Sufría por mi y por Nico: encima que me brindaba la oportunidad, yo iba a defraudarle. Pero llegó un momento en el que no podía más. Y él mismo lo dijo: "vamos a andar un rato". Sentí un alivio, y detuve el trote: ahora andaría unos minutos, para reponerme. Además, me recordaba que Nico no era sólo un entrenador, también un amigo.

Las vistas eran preciosas. Y a pocos minutos corriendo de Málaga. Muchas veces nos quejamos de vicio. Y tenemos más cerca de lo que pensamos auténticas joyas: paisajes, montañas, un clima espectacular. Y eso en todos los sentidos: nos podemos sentir solos, perdidos, o agotados. Y en todos los casos el principal problema es que no nos hemos detenido a contemplar lo que tenemos.

Y hoy me llama especialmente la atención la lectura de la carta de San Pablo a los Corintos. Y concretamente una frase: "Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos". ¡Estoy cubierto por esa levadura vieja! De tantas cosas que me sobran y entorpecen mi crecimiento y mi cercanía a Dios.

Al final, corrimos, andamos, hablamos, y lo más importante... ¡Lo disfrutamos! Y como hoy recordamos, la Resurrección de Cristo en nuestras vidas es constante, pero especialmente hoy. Y saco muy gratos propósitos: a parte de perder algo de peso (hemos concretado un mes de plazo: la próxima vez que corramos por el campo, no me veré obligado a detener la marcha), dejar de preocuparme de las cosas que no importan... ¡Cristo está conmigo! No importa nada más.

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