Hoy hace trece años del 22 de Noviembre de 1999. No, no
estoy ensayando cálculo, aunque así lo parezca. Lo resalto porque aquel día fue
cuando sufrí un accidente. No es un día especial, ni una celebración, pero sí
es un día importante. Una cosa que parece que pasó ayer tiene ya la friolera de
13 tacos. Y han pasado muchas cosas en esos trece años. La vida da muchas
vueltas, y muchas personas se van, y otras llegan. El carácter individual
cambia, procedemos a madurar, a hacernos fuertes. A resistir ante las
dificultades, y optar por caminos que no son los apetecibles, y sobre los que
no respira la mayoría. Pero Dios sí está ahí.
Almuerzo algo ligero. Una ensalada y una Pepsi. En cuanto
como, salgo pitando para correr. Bueno, pitando no. Hoy trote suave. Quiero
correr 12 kilómetros. Voy acompañado de Andrés, otro seminarista, aunque
probablemente lo deje atrás, para hacer más distancia en menos tiempo.
Empiezo. Hace buen clima. Eso favorece bastante, y ayuda
mucho a sentirse animado. Se hace más satisfactorio el trote cuando las
condiciones son positivas. Como en la vida misma, ¿verdad?
Sobrepaso Baños del Carmen, y sigo a mi ritmo. Voy
recordando cuántas cosas han pasado en trece años. Puede que sea porque es el
mes de Noviembre, pero últimamente recuerdo a los que ya no están, y que me
acompañaron en el Hospital. Una pequeña oración por ellos, que sé que siguen
acompañándome ahora.
Doy media vuelta. Leo un whatsapp de Andrés, que dice que él
ya ha dado media vuelta. Aligero mi trote para al menos el último tramo del
trayecto, hacerlo acompañado. Miro al suelo. Está todo el Paseo Marítimo
embarrado. Y… ¡¡resbalo!! ¿Has estado alguna vez en el Aquapark, en esos
toboganes en los que bajas bocabajo? Pues así me he restregado por parte de la
acera y el césped. Me detengo por fin las manos, que por la sangre, parecen las
de Jim Caviezel en “La Pasión”. Hace trece años me pilló un bus. Hoy sólo me he
pegado un guarrazo en el suelo. Vamos progresando.
Me incorporo y sigo corriendo. Una pareja joven me preguntan
si necesito ayuda. Niego con la cabeza, y recupero el trote. A veces pasan
cosas que no esperamos, pero por la que no tenemos que abandonar nuestro
proyectos. Simplemente hay que afrontarlas. Si tengo que ir más lento, pues eso
haré. No ha sido para tanto, y ya me echaré Betadine en el Seminario.
Alcanzo a Andrés, y llevo 10 kilómetros. Él está parado, así
que opto por seguir el recorrido andando. El guerrero necesita también necesita
tomarse la cosas con calma.