sábado, 21 de abril de 2012

Mi Oración Personal


Hoy estamos de retiro. Después del almuerzo, algunos duermen la siesta. Otros hacen oración. Pero creo que la inmensa mayoría escoge la siesta. El silencio que nos invade no es el propio de un rezo profundo. Más bien de un sueño profundo. O eso, o cuando Santa Teresa entró en éxtasis se escuchó en su pasillo ronquidos como los de esta tarde. Puede ser, oye, yo no le quito mérito a nadie. Yo prefiero correr. Llevo así ya dos semanas siendo especialmente constante. Así que salgo, enciendo el mp3, me santiguo y… ¡En marcha! El día soleado está muy bien acompañado por un poco de viento. Da gusto correr, como ayer, en las zonas donde hay luz. Del martes al jueves el trayecto era insoportable. El viento, el nublado y la humedad hacían casi imposible llevar una marcha constante. No en vano, siendo consciente de ello, no dejé de hacer mis cincuenta minutos. Este mérito se lo otorgo a la fuerza de voluntad y la profundidad en la oración que está empezando a tomar forma en mi. Nunca mérito propio, yo sé que esta Pascua está siendo diferente al de los años anteriores. Estoy tomando más presencia de Dios, y esto vale su peso en oro. Porque no sólo es el viento el que nos azota cuando corremos, sino hay otras series de dificultades en nuestro día a día, como puede ser el mal cuerpo, la relación con los compañeros, la dificultad en las asignaturas… Y en esos caso, lo que me empuja a seguir adelante, con una sonrisa -no forzada- de oreja a oreja es la oración. Y más concretamente la virtud de la esperanza. Eso sí, esa virtud es un don que merece un trato especial. Y en mi caso sé que debo trabajarla de forma constante. Como esa paz se traduzca en pasotismo, tarde o temprano, los frutos de la esperanza se me pudren. Ya llego a los Baños del Carmen. Hago siempre un poco de gimnasia y me doy media vuelta. Llámalo operación Bikini u Operación Bombona de Butano. Me da lo mismo. Pero si estoy corriendo no lo hago exclusivamente por mi forma física, sino también porque disfruto; y súmale a eso la salud y la competitividad. Que se prepare Nico, que la próxima vez que corra con él, no volveré a quedarme atrás. Y por supuesto, que corriendo se me refrescan las ideas, y me siento más cercano a Dios. Cristo está conmigo. Ël me acompaña, y me aconseja. Y me advierte cuando debo reducir la velocidad, me pone límites. Y me anima a seguir. Y me hace sentir bien. Nunca sabes lo que es tener verdaderamente un buenísimo amigo si uno no se ha relacionado con Cristo tan personalmente. Y cuando corro, contemplo el mar, la arena, la gente… Siento al Señor verdaderamente ahí. Llámame loco, pirado, o llámame por teléfono… pero es cierto. Y cuando llego me ducho, y bajo a la segunda meditación. Y las palabras del Padre Amalio -el director de este retiro- me lo verifican. Porque habla de las formas de hacer oración. Y cuenta el testimonio de un amigo que le dijo que cuando le era más difícil tener presencia del Señor, se iba al Paseo Marítimo. Y allí, al ver todo lo que había creado, la belleza del mar y el cielo, verdaderamente lo sentía. Y ya podía empezar a conversar con Él.

domingo, 8 de abril de 2012

Mi pan ázimo


¡Feliz Pascua de Resurrección! Hoy celebramos en toda la Iglesia que Cristo ha resucitado... ¡Ayer, hoy y siempre! Y ayer, no sólo en la Vigilia Pascual, sino ya antes, el Señor me hizo un gran regalo: me dio la oportunidad de salir a correr, con muy buen clima, y muy buena compañía: mi entrenador Nico.

Hacía tiempo que no corría con él. Desde que entré en el Seminario, nuestra relación se ha reducido a los whatsapp y algún momento en concreto (especialmente la Maratón). Y me encanta correr con él porque me permite establecer metas. Es un corredor nato, y eso es un incentivo.

El recorrido era además algo especial: correr por el campo. ¡Me encanta el campo! las vistas, el aire que se respira, el silencio. Quedamos a las 5,30, y empezamos a correr a buen trote rumbo Rosaleda. Buena velocidad, un trote normal. Pero cuando entramos en el campo ¡Ay amigo! todo cambia. La inclinaciones son espectaculares. Pero... Mi constitución física en los últimos meses ha cambiado "un pelin": mis pulmones sonaban como un muñeco de los que pitan, y la asfixia ralentizaba más mi marcha. Sufría por mi y por Nico: encima que me brindaba la oportunidad, yo iba a defraudarle. Pero llegó un momento en el que no podía más. Y él mismo lo dijo: "vamos a andar un rato". Sentí un alivio, y detuve el trote: ahora andaría unos minutos, para reponerme. Además, me recordaba que Nico no era sólo un entrenador, también un amigo.

Las vistas eran preciosas. Y a pocos minutos corriendo de Málaga. Muchas veces nos quejamos de vicio. Y tenemos más cerca de lo que pensamos auténticas joyas: paisajes, montañas, un clima espectacular. Y eso en todos los sentidos: nos podemos sentir solos, perdidos, o agotados. Y en todos los casos el principal problema es que no nos hemos detenido a contemplar lo que tenemos.

Y hoy me llama especialmente la atención la lectura de la carta de San Pablo a los Corintos. Y concretamente una frase: "Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos". ¡Estoy cubierto por esa levadura vieja! De tantas cosas que me sobran y entorpecen mi crecimiento y mi cercanía a Dios.

Al final, corrimos, andamos, hablamos, y lo más importante... ¡Lo disfrutamos! Y como hoy recordamos, la Resurrección de Cristo en nuestras vidas es constante, pero especialmente hoy. Y saco muy gratos propósitos: a parte de perder algo de peso (hemos concretado un mes de plazo: la próxima vez que corramos por el campo, no me veré obligado a detener la marcha), dejar de preocuparme de las cosas que no importan... ¡Cristo está conmigo! No importa nada más.