viernes, 26 de octubre de 2012

Mi “Corriendo bajo la lluvia”


Ya por fin se nota que ha llegado el otoño en nuestra ciudad. La lluvia, el clima, los autobuses escolares, los atascos y el paseo marítimo vacío demuestran que ya es casi el mes de noviembre.
Que el blog haya estado parado no significa que yo no haya estado corriendo. Pero ahora más que me estoy poniendo las pilas para correr: es decir, o sí o sí. No hay otra opción. Y llevamos unos cuantos días con un clima no del todo favorable: la lluvia.
Yo disfruto corriendo bajo la lluvia, lo admito, pero sé que esta práctica deportiva en esas condiciones es la cuna de un enfriamiento u otra infección vírica. Y más cuando la mucosidad y los dolores de cabeza frecuentes me han acompañado durante unos días. Pero empecé la semana pasada a tomar de nuevo el entrenamiento, y no puedo aparcarlo.
El miércoles noche llovía, pero no por eso lo dejé. Es más, la lluvia me hizo dudar, pero no podía dejarlo de lado. Y ayer al mediodía lo mismo.
Lo bonito de salir cuando chispea es que la lluvia no es un engorro. Es ese pequeño acompañante en el camino. Refresca, a penas lo notas cuando llevas una velocidad considerable. Viene a ser como uno más, algo que a primera vista piensas que te hará la vida imposible, pero que a largo plaza se vuelve indispensable. Podría aquí matizarlo a la vida espiritual: es como esas pequeñas dificultades, que una vez asumidas, hacen de la oración más fecunda y la piedad mucho más rica. Cuando se superan, verdaderamente sabes por lo que lo estás haciendo.
Por eso, cuando salgo a correr me digo: está lloviendo y pese a eso, salgo a correr. Sé lo que estoy haciendo, y me gusta.
Lo malo es cuando ya aprieta. Y lo he sufrido: en esos momentos hay dos opciones: dejarlo o seguir. Correr cuando aprieta es engorroso. Me canso más fácilmente, y pierdo las ganas de seguir. Pero sé que si me paro, ¡va a ser peor! Ir corriendo hace que dificulte más que mi cuerpo se enfríe. Si me paro, todo ese sudor, sumado al agua, y la temperatura del ambiente, hará que pronto coja un constipado de aúpa. Así que sigo corriendo. El miércoles acorté distancia (de Baños del Carmen, di media vuelta), pero el jueves quise seguir.
Por eso, cuando en el campo vocacional y en el mismo día me surgen esos contratiempos, tengo dos opciones: o dejar de correr, o a seguir corriendo más rápido. Yo prefiero seguir corriendo. A ver quien es el guapo que me alcanza.