miércoles, 6 de febrero de 2013

Mi "sigo corriendo"


Hace siglos que no publico nada. Muchos pensaréis "éste se ha salido del seminario"; o "éste ya no corre"; o "el seminarista se ha muerto". Si descartamos la tercera opción, nos quedan dos. Y que yo sepa: 1. Sigo en el seminario y 2. Sigo corriendo. Conclusión: no he tenido tiempo para el blog. Desde Navidades hasta ahora, han pasado muchas cosas: pastoral, gripe de dos semanas (que me ayudó a reducir el peso, todo hay que decirlo), temporada de exámenes, y un largo etcétera.

Pero -a excepción de esas casi dos semanas encamado- no he perdido el ritmo. Ccuatro o cinco veces a la semana, me lanzó con mis deportivas hacia los Baños del Carmen. Es más, en plan metrosexual o simplemente por hacer un poco más fuera de lo común, estoy recuperando el hacer ejercicios de musculación, plan bíceps, flexiones, abdominales, espalda, hombros, etc. El resultado no es visible, obviamente. Si no, ya habría salido en la portada de alguna revista de deportes. Imagino el titular "El seminarista que se pone cachas". No, no lo creo. No lo busco, por eso, sigo dándole más importancia al correr. Disfrutar de esa actividad cardiovascular que libera de las tensiones, y me hace sentir mejor conmigo mismo.

De hecho, ahora son pocos los días que corro sólo. Vladi corre conmigo. después de comer, tres días a la semana. Y ya otro compañero, me acompaña hasta la mitad del recorrido. Es más, ayer, cuando bajaba hacia el túnel que conecta con el parque, sorprendí a otros compañeros que habían salido diez minutos antes que yo y ya subían. ¡Se está poniendo de moda el deporte!

Sin ir más lejos, ir creciendo en algo, marcarte metas, superar retos, y saltar obstáculos te hace sentir mejor, pero no te hace sentir autosuficiente. Al menos a mi. Por eso, aunque muchas veces me gusta correr solo, otras veces prefiero ir acompañado, por esa otra persona que te hace sentir que no eres el único.

Además,  con humildad reconozco que siempre hay alguien que lo hace mejor. Puede ser con quien estoy corriendo, o quien me gustaría correr, o quien me gustaría ser. Esas metas me hacen sentir que lo que hago puede ser más. Que mi vida no acaba en la distancia que he hecho hoy, o el ritmo que rara vez supero. Puedo ser algo más.

Pues todo esto también me lo llevo a la vida espiritual. Hay momentos que la relación con el Señor es impresionante. La oración fecunda, y el verdadero sentido de lo que haces y el por qué lo haces, desbordan el alma de gracias, entra ellas, sentirse bien con uno mismo, porque sabes que el Señor está ahí.

Pero también hay momentos en que la oración se reduce a espacio de tiempo, en silencio, sin ganas, y en el que no se saca nada claro. Se siente uno estéril, e incluso empieza a recabar en sus defectos cuando intenta descubrir qué es lo que está pasando. En esos casos, también y siempre está el Señor allí. Aunque no lo vea. Por eso no debo ni hundirme ni creerme que puedo superar ese estado solo. Necesito de los consejos de mi acompañante espiritual; las palabras de ánimo de mis compañero que han pasado o están pasando por lo mismo; o un buen rato de cerveza con unos viejos amigos. 

Sanamente, esos momentos nos demuestran que la persona por sí misma no puede nada. Necesita de la ayuda de Dios. Y Él se manifiesta no sólo en los Sacramentos y en la Oración, sino también en las personas que nos rodean.

Bueno… ¡¡¡Me voy a comer rápido, que hoy también quiero correr!! Pero esta vez sólo, para disfrutarlo "a mi manera".