Esta noche no es como una más. Es una noche que pasaré como si estuviera en vela. Pero nada parecido a la parábola de las diez vírgenes. Además, la finalidad de esta noche sin dormir no está relacionada con ningún motivo religioso, sino más bien médico. Pero no hay mal que por bien no venga, y desde la tarde antes ya estaba yo planeando como iba a distribuirme las posibles pero imposibles horas de sueño.
Para empezar, subo al Seminario a rezar las Completas en comunidad a esos de las 22:45. Sé que rezo como si me fuera a la cama, pero no lo haré. Cojo el coche de nuevo, y me desplazo a casa de mis padres, que allí seguro que podré combatir mejor el deseo de dormir. Son las 23:15.
Me preparo una cena rápida. Una pizza de campofrío, un par de coca colas, y de postre... ¡un par de cafés! Los ingredientes perfectos para hacer que la noche sea más entretenida. Me pongo a ver un poco la tele, y veo un par de series.
Son todavía las 2:30. Y sé que sigo viendo la tele mis ojos acabarán cerrándose. Es un buen momento para rezar un poco. Los 30 minutos se me pasan volando. Siguiente opción... leer una novela.
Son las 3:45 y sé que poco me estoy fijando en lo que leo, y la comodidad del asiento hace que como si escuchará una nana, desee enormemente cerrar los ojos. Pido a Dios fuerza para seguir siendo constante, y acompaño el libro con otro café.
Son las 4:30. Lo tengo bien planeado. Ahora lo que pega es correr cuarenta o cuarenta y cinco minutos. Ropa deportiva, un poco de calentamiento y... ¡Allá voy!
Cojo Huelín. Está vacío gente, y las vistas son preciosas. El mar está totalmente revuelto, y las olas llegan hasta los límites de la playa. Incluso hay partes de la cera llenas de arena. Disfruto, y siento que aunque parezca que soy el único pringao corriendo a esas horas, no estoy solo. Dios viene conmigo. Y me regala con el poder contemplar eso. Respiro bien profundo, y me siento especialmente bien.
Sigo corriendo. Y en la lejanía veo a un hombre haciendo footing. A medida que me acerco, observo que es un hombre de avanzada (y mucho) edad, pero con una impresionante movilidad de brazos, y una constancia en el trote admirable. Se ve que ha sido un alguien al que le ha encantado correr siempre. Y no ha dejado de hacerlo pese a las dificultades. Un verdadero ejemplo para mi. ¿Por qué? Porque me hace pensar que cuando alguien quiere algo -lucha por algo- no importa los obstáculos que se encuentre. Y muy especialmente cuando se sabe que no lo está haciendo solo. Dios le está ayudando.
Llego hasta la urbanización Sacaba, y precisamente "sacaba" la iluminación de las farolas. Más me vale darme media vuelta ya. Llego a casa. Una buena ducha, oración, laudes y... ¡A misa de 7:15!
Para empezar, subo al Seminario a rezar las Completas en comunidad a esos de las 22:45. Sé que rezo como si me fuera a la cama, pero no lo haré. Cojo el coche de nuevo, y me desplazo a casa de mis padres, que allí seguro que podré combatir mejor el deseo de dormir. Son las 23:15.
Me preparo una cena rápida. Una pizza de campofrío, un par de coca colas, y de postre... ¡un par de cafés! Los ingredientes perfectos para hacer que la noche sea más entretenida. Me pongo a ver un poco la tele, y veo un par de series.
Son todavía las 2:30. Y sé que sigo viendo la tele mis ojos acabarán cerrándose. Es un buen momento para rezar un poco. Los 30 minutos se me pasan volando. Siguiente opción... leer una novela.
Son las 3:45 y sé que poco me estoy fijando en lo que leo, y la comodidad del asiento hace que como si escuchará una nana, desee enormemente cerrar los ojos. Pido a Dios fuerza para seguir siendo constante, y acompaño el libro con otro café.
Son las 4:30. Lo tengo bien planeado. Ahora lo que pega es correr cuarenta o cuarenta y cinco minutos. Ropa deportiva, un poco de calentamiento y... ¡Allá voy!
Cojo Huelín. Está vacío gente, y las vistas son preciosas. El mar está totalmente revuelto, y las olas llegan hasta los límites de la playa. Incluso hay partes de la cera llenas de arena. Disfruto, y siento que aunque parezca que soy el único pringao corriendo a esas horas, no estoy solo. Dios viene conmigo. Y me regala con el poder contemplar eso. Respiro bien profundo, y me siento especialmente bien.
Sigo corriendo. Y en la lejanía veo a un hombre haciendo footing. A medida que me acerco, observo que es un hombre de avanzada (y mucho) edad, pero con una impresionante movilidad de brazos, y una constancia en el trote admirable. Se ve que ha sido un alguien al que le ha encantado correr siempre. Y no ha dejado de hacerlo pese a las dificultades. Un verdadero ejemplo para mi. ¿Por qué? Porque me hace pensar que cuando alguien quiere algo -lucha por algo- no importa los obstáculos que se encuentre. Y muy especialmente cuando se sabe que no lo está haciendo solo. Dios le está ayudando.
Llego hasta la urbanización Sacaba, y precisamente "sacaba" la iluminación de las farolas. Más me vale darme media vuelta ya. Llego a casa. Una buena ducha, oración, laudes y... ¡A misa de 7:15!