Hoy he medio madrugado. Me he levantado a eso de las 8 de la mañana, justo para terminar de llevar las cosas al coche y salir hacia la casa de mis padres. La razón: anoche ya terminamos la Convivencia de Verano del Seminario Menor. Fue temprano: a las 23 h. ya se habían ido casi todos. Así que estuvimos hasta las 1:30 recogiendo y ordenando las mesas y limpiando los talleres.
Estas dos últimas semanas han sido algo caóticas, pero también gratificantes. A penas pude salir a correr un par de veces y mi cuerpo y mi conciencia me lo pedía a gritos. Por eso, hoy en cuanto he desmontado mi equipaje, me he puesto mis deportivas, mi shuffle y ¡adelante! al menos, 7 kilómetros.
Empiezo a correr recordando la experiencia por Valencia, guiados por el señor Obispo, por ser su ciudad natal. A penas paramos, haciendo un recorrido bastante interesante y bien planificado. El último día fue bastante duro: una hermana de D. Jesús había fallecido la noche anterior. Eso a todos nos dejos paralizados. Algo inesperado, y a la vez tan duro. Nuestro Obispo lo aceptó y se enfrentó a ello con entereza, y una admirable homilía el mismo día que nos enteramos.
Ya voy entrando en Huelín, y ver las obras del nuevo gimnasio que van a abrir me recuerdan a que, en cuanto volvimos de Valencia, los que nos quedábamos, tuvimos que empezar a arreglar y a montar el Seminario Menor, para la convivencia que empezaría dos días más tarde. Un no parar, planificando actividades, colgando lonetas y limpiando habitaciones. El lema de la Convivencia: "FíatE". Yo tenía algo de pánico a esa semana, pero desde la primera noche, la estuve disfrutando. La convivencia con los chavales, las conversaciones y las actividades deportivas... algo agotador, pero impresionante. Desde los 12 a los 18 años, chavales verdaderamente comprometidos con su fe, o con una especial inquietud por conocerla más de cerca.
Paso la primera chiminea. Pero no todo fueron buenos momentos. La mañana del miércoles, justo después de ensayar los cantos que usaríamos en la oración de la tarde, recibí una llamada. Era mi padre. Mi tío Felix había fallecido. Me dejó helado. A penas hacia dos semanas que había hablado con él, y a los poco días, me mandó un mensaje agradeciéndome la llamada. Y ya no estaba. Pedí permiso al vicerrector para ir a hacer compañía a mi familia en Parcemasa. Ningún problema. Pero justo en cuanto subí a mi habitación arranqué a llorar. No me lo podía creer. Tanto Paco como Javi me aconsejaron y me dieron ánimos. Esa misma tarde, la misa con los chicos, la ofrecieron por él. Y al día siguiente fue el entierro.
Voy a dar media vuelta. Y es que también hay que darle media vuelta a las cosas. Por un lado, no hay que llorar porque ya no esté, sino agradecerle a Dios por los años que sí ha estado. Y por otro lado, al día siguiente había yo pedido permiso para ir a Almería a la boda de unos de mis mejores amigos, Jose Luis y María. Y no iba a faltar. Y lo pasé estupendamente. Y me reencontré con otra pareja de amigos, Paqui y Segundo, que también me anunciaban que se casan en octubre. Y ya estaban pensando hasta en los hijos. En nuevas vidas.
Voy llegando de nuevo a casa. A la vuelta de la boda, fueron los dos últimos días de convivencia, en la que intercambiamos números de móvil, cuentas de tuenti y facebook. No sólo había sido su monitor durante esa semana, sino también su amigo, su confidente y -para algunos- su hermano.
Y mañana, una nueva etapa. Pastoral en las Hermanitas de los Pobres. ¡Genial!
Estas dos últimas semanas han sido algo caóticas, pero también gratificantes. A penas pude salir a correr un par de veces y mi cuerpo y mi conciencia me lo pedía a gritos. Por eso, hoy en cuanto he desmontado mi equipaje, me he puesto mis deportivas, mi shuffle y ¡adelante! al menos, 7 kilómetros.
Empiezo a correr recordando la experiencia por Valencia, guiados por el señor Obispo, por ser su ciudad natal. A penas paramos, haciendo un recorrido bastante interesante y bien planificado. El último día fue bastante duro: una hermana de D. Jesús había fallecido la noche anterior. Eso a todos nos dejos paralizados. Algo inesperado, y a la vez tan duro. Nuestro Obispo lo aceptó y se enfrentó a ello con entereza, y una admirable homilía el mismo día que nos enteramos.
Ya voy entrando en Huelín, y ver las obras del nuevo gimnasio que van a abrir me recuerdan a que, en cuanto volvimos de Valencia, los que nos quedábamos, tuvimos que empezar a arreglar y a montar el Seminario Menor, para la convivencia que empezaría dos días más tarde. Un no parar, planificando actividades, colgando lonetas y limpiando habitaciones. El lema de la Convivencia: "FíatE". Yo tenía algo de pánico a esa semana, pero desde la primera noche, la estuve disfrutando. La convivencia con los chavales, las conversaciones y las actividades deportivas... algo agotador, pero impresionante. Desde los 12 a los 18 años, chavales verdaderamente comprometidos con su fe, o con una especial inquietud por conocerla más de cerca.
Paso la primera chiminea. Pero no todo fueron buenos momentos. La mañana del miércoles, justo después de ensayar los cantos que usaríamos en la oración de la tarde, recibí una llamada. Era mi padre. Mi tío Felix había fallecido. Me dejó helado. A penas hacia dos semanas que había hablado con él, y a los poco días, me mandó un mensaje agradeciéndome la llamada. Y ya no estaba. Pedí permiso al vicerrector para ir a hacer compañía a mi familia en Parcemasa. Ningún problema. Pero justo en cuanto subí a mi habitación arranqué a llorar. No me lo podía creer. Tanto Paco como Javi me aconsejaron y me dieron ánimos. Esa misma tarde, la misa con los chicos, la ofrecieron por él. Y al día siguiente fue el entierro.
Voy a dar media vuelta. Y es que también hay que darle media vuelta a las cosas. Por un lado, no hay que llorar porque ya no esté, sino agradecerle a Dios por los años que sí ha estado. Y por otro lado, al día siguiente había yo pedido permiso para ir a Almería a la boda de unos de mis mejores amigos, Jose Luis y María. Y no iba a faltar. Y lo pasé estupendamente. Y me reencontré con otra pareja de amigos, Paqui y Segundo, que también me anunciaban que se casan en octubre. Y ya estaban pensando hasta en los hijos. En nuevas vidas.
Voy llegando de nuevo a casa. A la vuelta de la boda, fueron los dos últimos días de convivencia, en la que intercambiamos números de móvil, cuentas de tuenti y facebook. No sólo había sido su monitor durante esa semana, sino también su amigo, su confidente y -para algunos- su hermano.
Y mañana, una nueva etapa. Pastoral en las Hermanitas de los Pobres. ¡Genial!