Ayer salí a correr después de tres días de no absoluto
reposo, pero sí sin entrenamiento. Me costó bastante, porque se volvía a
repetir un fuerte dolor en mi pierna derecha. Hoy, en cambio, he podido hacer
mi ruta de costumbre, a buen trote.
Nada más empezar recordaba lo que ha sido la segunda maratón
en la que participo. Fue el domingo pasado. La noche del sábado intenté no
acostarme demasiado tarde, especialmente por el agotamiento que fue el día: el
día de la Inmaculada es siempre una fiesta muy especial en el seminario: misa,
almuerzo, teatro, vísperas… con toda las familias de todos nosotros.
El domingo me levanté a las 7 de la mañana. Y a las 7:15 ya
estaba en el coche para dirigirme a casa de mis padres. Allí solté bártulos, me
tomé un buen café, y me preparé para estar puntual en el Estadio de Atletismo.
No estaba seguro de si este año haría los 42 kilómetros
solo, o coincidiría con un viejo amigo de mi hermano Antonio: Juanfran. En los
últimos minutos previos al inicio de la competición, lo encontré. Hacía siglos
que no le veía, y había cambiado bastante. Ha perdido bastante peso, y su
complexión estaba mil veces más preparada que la mía para cualquier tipo de
actividad relacionada con el atletismo.
Y es verdad que yo este año no he respetado demasiado un
plan de entrenamiento fijo, por causas médicas y dificultades de horario.
Realmente pensé que lo empezaría, pero no llegaría a la meta como el año
pasado.
Dan las 9 y empezamos a correr. Juanfran y yo coincidimos en
el tiempo que queremos conseguir. Otra cosa es que yo pudiera. Pero querer es
poder, ¿no?
Empezamos a hablar y durante los primeros diez kilómetros
nos ponemos al día de todo lo que había pasado en los últimos 15 años. Vamos a
muy buen ritmo. Estoy orgulloso de mi mismo, porque estoy superando las marcas
del año pasado.
A partir del kilómetro diez yo sigo sintiéndome bien, pero
soy consciente que podría hacerlo mejor. Si hubiese seguido el plan que me
remitió Nico, si no hubiese cogido esos kilos de más… Eso suele pasarnos con
frecuencia: en los momentos en los que nos enfrentamos a algo en concreto, es
cuando hacemos examen de si realmente nos habíamos preparado para eso, o lo
había estado aplazando. Prácticamente como la parábola de las vírgenes necias y
las prudentes. Todas esperaban la llegada del Señor, pero las necias no habían
estado pendientes de tener sus velas encendidas. Esto pasa por eso también en
la vida espiritual: nos “relajamos”, y propósitos y proyectos que hacemos,
vamos dejándolos para más adelante. Y así nos vamos distanciando
progresivamente del Señor.
Es el kilómetro 30 y me sorprendo de que pueda seguir a ese
ritmo. Juanfran, con su sentido del humor, hace gracioso el trayecto. Pero
llegamos al kilómetro 36. Siento mi cuerpo como desplomarse. Todos mis miembros
en concierto se medio paralizan, y un fuerte dolor atraviesa desde el costado
hasta los pies. Llegó el momento de reducir la velocidad. Le digo a Juanfran
que siga adelante, que yo reduciré mi marcha.
Durante casi un kilómetro le veo alejándose muy poco a poco,
pero llego a un momento en que debo reducir aun más. Tanto que hasta me planteo
caminar, como otros muchos que veo en el camino. Y justo en el momento que voy
a hacerlo… ¡Nico y su mujer pasan al lado mía en bicicleta! Empiezan a dar ánimos,
a invitarme a que no decaiga, y que no lo deje. “Puedes hacerlo” insisten una y
otra vez. Aunque en el estado físico en el que me encontraba me pesaba hasta el
ruido de una mosca, la simple insistencia de estos dos grandes amigos, hacen
que nos desista. Y sigo.
Y pienso en tantas veces que casi he tirado la toalla en
algo, porque estaba cansado. Y como la ayuda y el apoyo de un amigo han hecho
que siguiera.
Y así, cuando quedan metros para llegar a la meta, casi no
me lo creo. Patri ya no entra en el recinto con la bici, y se despide. Aunque
ya no siento ni mis piernas en plan Rambo, acelero la velocidad y llego. ¡3h:57
minutos! Menos tiempo que el año pasado. Genial. Eso sí, la tarde no me moví de
la cama hasta la Misa. Que por cierto, fui a San Pedro, que la han re-abierto,
y está preciosa. Os aconsejo verla.
Enhorabuena tío, eres un fenómeno! Menuda fuerza de espíritu que tienes!
ResponderEliminarUn abrazo de parte de María y mía, y felices fiestas :-)