Llevo así cosa de tres días. Me cuesta bastante más de lo normal ponerme en pie, y hago con pocas ganas la gimnasia pre-correr. Y coger un buen ritmo en cuanto a velocidad y distancia, es como una Misión Imposible. Sólo que yo no soy Tom Cruise, y hago de tripas corazón para ceñirme al plan de entrenamiento propuesto por Nico. Una de dos, o me estoy haciendo viejo, o he sufrido hipnotismo, y la noche no la paso en la cama.
Hoy he estado a esto de suspender el entrenamiento. Pero si no corro, no soy yo. Así que después de laudes y oración de la mañana, he pasado de la gimnasia, y he pasado directamente a las mancuernas. Eso, y por supuesto, correr. Pero esta vez no me llevo el iPhone. No sé cuanto voy a aguantar, así que paso de sentirme "obligado" a la distancia que toca. Si lo hago, vale. Sé que llegando al Carpena he corrido 5 kilómetros. Más los otros de vuelta, ya son 10.
Empiezo a correr. Y sigo pensando que me han echado una maldición. La velocidad de arranque no es la acostumbrada. Pero sigo. Sé por qué lo hago y sé que me gusta hacerlo. Con un poco más de esfuerzo, seguro que consigo ponerme en marcha.
A la altura de los chiringuitos, una parte de mi ya me propone darme la vuelta. Me siento cansado con sólo 2 kilómetros. Pero sé que eso es volverse con "el rabo entre las piernas". Es un acto de cobardía. Sé que puedo. Y sé que quiero. Eso me pasa mucho. Cuando algo me parece imposible, me ahogo en mis limitaciones en vez de pensar en mis posibilidades. Nunca debo dar nada por perdido. Y menos cuando sólo llevo 2 kilómetros. Sigo adelante.
Efectivamente, llego a pasar el cartel de "Urbanización Sacaba" y ya casi "sacaba" la primera mitad de mi circuito. Y cuando llego al Carpena, me siento tentado de hacer la vuelta andando. De escoger "lo cómodo", en vez de por lo que lo estoy haciendo. Y de repente, salta a mi memoria que ayer daba ánimos a mi amigo Borja en relación a las oposiciones a las que se está preparando. A finales de septiembre tiene ya el primer examen. Y está algo agotado, y yo le comparé el mes que queda para ese examen, con el hecho de estar cansado en los últimos kilómetros. Es como la recta final, y en la que verdaderamente demostramos por qué hacemos las cosas. Yo corro porque me gusta, pero también por amor a Dios. Porque me hace sentir bien conmigo mismo y con Él. Así que desestimo el hecho de volver andando y además aligero mi velocidad. Y lo ofrezco por Borja, que seguro que está ahora estudiando.
Y llego a casa como si me hubiera bañado en la playa: empapado en sudor. Sigo pensando en que sufro algún tipo de Maldición. O es eso, o es la nueva medicación que me recetaron hace un par de semanas. Hum. Algo me hace pensar que es lo segundo.
Hoy he estado a esto de suspender el entrenamiento. Pero si no corro, no soy yo. Así que después de laudes y oración de la mañana, he pasado de la gimnasia, y he pasado directamente a las mancuernas. Eso, y por supuesto, correr. Pero esta vez no me llevo el iPhone. No sé cuanto voy a aguantar, así que paso de sentirme "obligado" a la distancia que toca. Si lo hago, vale. Sé que llegando al Carpena he corrido 5 kilómetros. Más los otros de vuelta, ya son 10.
Empiezo a correr. Y sigo pensando que me han echado una maldición. La velocidad de arranque no es la acostumbrada. Pero sigo. Sé por qué lo hago y sé que me gusta hacerlo. Con un poco más de esfuerzo, seguro que consigo ponerme en marcha.
A la altura de los chiringuitos, una parte de mi ya me propone darme la vuelta. Me siento cansado con sólo 2 kilómetros. Pero sé que eso es volverse con "el rabo entre las piernas". Es un acto de cobardía. Sé que puedo. Y sé que quiero. Eso me pasa mucho. Cuando algo me parece imposible, me ahogo en mis limitaciones en vez de pensar en mis posibilidades. Nunca debo dar nada por perdido. Y menos cuando sólo llevo 2 kilómetros. Sigo adelante.
Efectivamente, llego a pasar el cartel de "Urbanización Sacaba" y ya casi "sacaba" la primera mitad de mi circuito. Y cuando llego al Carpena, me siento tentado de hacer la vuelta andando. De escoger "lo cómodo", en vez de por lo que lo estoy haciendo. Y de repente, salta a mi memoria que ayer daba ánimos a mi amigo Borja en relación a las oposiciones a las que se está preparando. A finales de septiembre tiene ya el primer examen. Y está algo agotado, y yo le comparé el mes que queda para ese examen, con el hecho de estar cansado en los últimos kilómetros. Es como la recta final, y en la que verdaderamente demostramos por qué hacemos las cosas. Yo corro porque me gusta, pero también por amor a Dios. Porque me hace sentir bien conmigo mismo y con Él. Así que desestimo el hecho de volver andando y además aligero mi velocidad. Y lo ofrezco por Borja, que seguro que está ahora estudiando.
Y llego a casa como si me hubiera bañado en la playa: empapado en sudor. Sigo pensando en que sufro algún tipo de Maldición. O es eso, o es la nueva medicación que me recetaron hace un par de semanas. Hum. Algo me hace pensar que es lo segundo.
animo!
ResponderEliminarsiempre se puede seguir adelante., quiza no han sido los mejores dias, pero algo de descanso nunca esta de mas ;-)
un abrazo y que Dios te bendiga.
me marcho a misa, estas en mis oraciones.