sábado, 25 de agosto de 2012

Mi Maldición del Escorpión de Jadre

Llevo así cosa de tres días. Me cuesta bastante más de lo normal ponerme en pie, y hago con pocas ganas la gimnasia pre-correr. Y coger un buen ritmo en cuanto a velocidad y distancia, es como una Misión Imposible. Sólo que yo no soy Tom Cruise, y hago de tripas corazón para ceñirme al plan de entrenamiento propuesto por Nico. Una de dos, o me estoy haciendo viejo, o he sufrido hipnotismo, y la noche no la paso en la cama.
Hoy he estado a esto de suspender el entrenamiento. Pero si no corro, no soy yo. Así que después de laudes y oración de la mañana, he pasado de la gimnasia, y he pasado directamente a las mancuernas. Eso, y por supuesto, correr. Pero esta vez no me llevo el iPhone. No sé cuanto voy a aguantar, así que paso de sentirme "obligado" a la distancia que toca. Si lo hago, vale. Sé que llegando al Carpena he corrido 5 kilómetros. Más los otros de vuelta, ya son 10.
Empiezo a correr. Y sigo pensando que me han echado una maldición. La velocidad de arranque no es la acostumbrada. Pero sigo. Sé por qué lo hago y sé que me gusta hacerlo. Con un poco más de esfuerzo, seguro que consigo ponerme en marcha.
A la altura de los chiringuitos, una parte de mi ya me propone darme la vuelta. Me siento cansado con sólo 2 kilómetros. Pero sé que eso es volverse con "el rabo entre las piernas". Es un acto de cobardía. Sé que puedo. Y sé que quiero. Eso me pasa mucho. Cuando algo me parece imposible, me ahogo en mis limitaciones en vez de pensar en mis posibilidades. Nunca debo dar nada por perdido. Y menos cuando sólo llevo 2 kilómetros. Sigo adelante.
Efectivamente, llego a pasar el cartel de "Urbanización Sacaba" y ya casi "sacaba" la primera mitad de mi circuito. Y cuando llego al Carpena, me siento tentado de hacer la vuelta andando. De escoger "lo cómodo", en vez de por lo que lo estoy haciendo. Y de repente, salta a mi memoria que ayer daba ánimos a mi amigo Borja en relación a las oposiciones a las que se está preparando. A finales de septiembre tiene ya el primer examen. Y está algo agotado, y yo le comparé el mes que queda para ese examen, con el hecho de estar cansado en los últimos kilómetros. Es como la recta final, y en la que verdaderamente demostramos por qué hacemos las cosas. Yo corro porque me gusta, pero también por amor a Dios. Porque me hace sentir bien conmigo mismo y con Él. Así que desestimo el hecho de volver andando y además aligero mi velocidad. Y lo ofrezco por Borja, que seguro que está ahora estudiando.
Y llego a casa como si me hubiera bañado en la playa: empapado en sudor. Sigo pensando en que sufro algún tipo de Maldición. O es eso, o es la nueva medicación que me recetaron hace un par de semanas. Hum. Algo me hace pensar que es lo segundo.

1 comentario:

  1. animo!
    siempre se puede seguir adelante., quiza no han sido los mejores dias, pero algo de descanso nunca esta de mas ;-)
    un abrazo y que Dios te bendiga.

    me marcho a misa, estas en mis oraciones.

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