Aviso. Si no ye gusta leer sobre los "
apretones" de estómago, no sigas leyendo. El contenido de este post hoy es ése. Y es que, seamos realistas, hay momentos en la vida que uno, por más que quiera, le guste, lo desee… no está totalmente posibilitado para hacerlo todo. Especialmente cuando las razones afectan al estado de salud del interesado. Éste es mi caso. Os pongo en antecedentes. Llevo ya más de un mes que tengo de forma continua ardor de estómago. Sí, no es gran cosa. Pero el problema se agravó la semana pasada. Era el jueves por la noche, y la cena creo que no me sentó del todo bien.
Mientras hacíamos la adoración del Santísimo, empecé a sentir escalofríos, un fuerte dolor de estómago… y unas tremendas ganas de poder irme ya a mi cuarto. No le di demasiada importancia. Pero la mañana del viernes ya empecé a pasarlo algo peor. Pasada la primera hora de clase, decidí retirarme a mi dormitorio. Pedí permiso, y caí rendido en la cama. Había empezado lo que sea.
Ese día, obviamente, no corrí. Ni comí ni cené gran cosa. El sábado me levanté algo mejor, y decidí hacer vida normal. Esto no sólo incluye correr (a media mañana esta vez), sino también una alimentación bastante normal. Tuvimos por la tarde-noche un Vía Lucis con los de la Cofradía del Calvario. Un acto precioso. Los seminarista íbamos a llevar el trono en la segunda parte pero… la lluvia apretó y no pudo ser.
El domingo también parecía ser normal. Comí normal. Corrí incluso. Pero a la noche volví a sentirme algo mal. La cosa se había complicado.
Pasó el lunes. Decidí no correr ese día. Además de que tenía exámenes, tenía muy mal cuerpo. Nada más comer, caía rendido en la cama. Dolor de cabeza y malestar del estómago.
Llega el martes. Como era fiesta, aproveché la mañana para estudiar a muerte. Y la tarde, sí corrí. Pero no mucho, mi estómago parecía estar dando a entender de que no debía.
Es miércoles. Tengo examen. Y el estómago algo peor. No pude contabilizar cuantas veces fui al baño. Mi vientre parecía un altavoz de un equipo de música. No sólo sonaba. También vibraba. Y se agitaba. Nada, tampoco corro.
Hoy ya es jueves. La noche he ido unas cuantas veces al baño. Otra durante la misa. Pero ya no me duele. Ni tengo tan mal cuerpo. Además, durante la mañana, no vuelvo a ir al baño. Nada más comer, decido salir a correr. Salgo en plan valiente. Mi Shuffle, mi ropa, mis deportivas… Parece que puede llover un poco. Mejor.
Peeeero… a la altura del Mercadona de la Malagueta, cuesta abajo… Mi estómago dice "
aquí estoy". Buf, que mal rato. Me vi obligado a detenerme. Y "
con el rabo entra las piernas" volví, cabizbajo, al seminario.
Moraleja: cuando no se puede, ¡no se puede! Pero eso no implica que no pueda volver a hacerlo, sólo que hay momentos en los que no podemos darnos al 100%. En esos casos, paciencia. Para esta tarde, ya he estado disponible para devolver la imagen de Nuestra Señora a la Cofradía. Es la primera vez que llevo trono sobre el hombre. Una experiencia muy bonita. Las cosas como son. Se contempla desde abajo la imagen, e impone bastante.
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